A las dos de la tarde de este nueve de abril, Gaitán tenía una cita. Iba a recibir a un estudiante, uno de los estudiantes latinoamericanos que se están reuniendo en Bogotá al margen y en contra de la ceremonia panamericana del general Marshall.
A la una y media, el estudiante sale del hotel, dispuesto a echarse una suave caminata hacia la oficina de Gaitán. Pero a poco andar escucha ruidos de terremoto y una avalancha humana se le viene encima.
El pobrerío, brotando de los suburbios y descolgado de los cerros, avanza en tromba hacia todos los lugares, huracán del dolor y de la ira que viene barriendo la ciudad, rompiendo vidrieras, volcando tranvías, incendiando edificios:
—¡Lo mataron! ¡Lo mataron!
Ha sido en la calle, de tres balazos. El reloj de Gaitán quedó parado a la una y cinco.
El estudiante, un cubano corpulento llamado Fidel Castro, se mete en la cabeza una gorra sin visera y se deja llevar por el viento del pueblo.
(http://lahaine.org/internacional/historia/mueregaitangaleano.htm).
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